Hay veces que los idealistas se cansan. Esas personas
que creen que pueden cambiar el mundo. Pero se suelen encontrar dos
graves problemas. Uno es el referente a definir que es cambiar el
mundo a mejor y otra es la soledad que pueden sentir en la actual
sociedad.
Referente al primer problema, y a mi parecer más
difícil, es bastante complicado encontrar una respuesta. Yo lo
comparo con la educación de un niño. En su fase de aprendizaje
puede que se llegue a una encrucijada en la que decidir si sería
mejor enseñarle el camino correcto o dejar que lo encuentre solo.
Así se encuentra cualquier mente con preocupaciones políticas ante
la encrucijada de ser liberal o comunista. A mi entender, la postura
liberal optaría por la segunda respuesta, dejar que el niño, en
este caso la sociedad, encuentre sólo el camino. La postura
comunista optaría así por la primera respuesta, enseñarle el
camino correcto directamente.
Pero la realidad suele ser mucho más compleja. Sin ir
más lejos, hoy, tanto una como otra postura tienden a caminar por
diferentes sendas llenas de matices. Los pequeños detalles marcan en
última instancia nuestro camino. Si no es prácticamente imposible
entender cómo, una institución como la Iglesia católica, tan unida
a la idea de igualdad (que debería estar más cercana a las ideas
comunistas) se posiciona hoy al lado de la derecha, ultra liberal y
conservadora. Cuestiones políticas, se diría.
El otro gran escollo que tienen que salvar los
idealistas es la soledad, o mejor dicho, arrinconamiento, que sufren
por parte de los poderes fácticos de la sociedad. Todo el mundo ha
escuchado alguna vez quejas referentes a que no se les escucha en un
partido político, lo difícil que es defender la verdad, la igualdad
o la justicia, y otras sentencias similares.
Sin ir más lejos lo comentábamos un grupo de
compañeros en la Audiencia Provincial. Es muy difícil encontrar
argumentos que convenzan a esos idealistas para que sigan adelante.
Pero hoy ha ocurrido algo que podría ser ejemplificativo.
Pensemos en una estudiante universitaria. Todos sabemos
que para un estudiante universitario hoy día es vital tener un
ordenador, a poder ser que funcione correctamente y que pese lo menos
posible. Nuestra amiga además tiene uno desde hace seis años y
empieza a fallar demasiado. No funciona la batería, hace ruidos
extraños y la pantalla está despidiéndose poco a poco. De repente
ocurre algo inesperado. Encuentra un maletín que porta un ordenador
prácticamente nuevo. El contenido del maletín es el ordenador, unos
auriculares de los que están de moda y un ratón inalámbrico. No
contiene ninguna identificación personal, salvo un papel de la
universidad.
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Esta chica en ningún momento duda que hacer, va
directamente a la comisaría de la Policía Nacional, que está muy
cercana, y lo deja allí depositado con la esperanza puesta en que
encuentren a su legítimo dueño.
Bien, quizás no sirva de nada, seguro que nadie se lo
va a agradecer. Puede que algún policía corrupto se adueñe de él
y puede que si algún día ella pierde su ordenador o cualquier otra
posesión valiosa la encuentre un desalmado que se apodere de la
misma.
Pero me gustaría mandar un mensaje positivo a todos
aquellos que aún son idealistas. Quizás con ese acto produzca, lo
que podríamos llamar, una cadena positiva, que a modo de semilla,
terminara cambiando nuestra sociedad a mejor. Y no es descabellado
pensarlo. Un día, vamos con nuestro coche y se nos cruza alguien que
imprudentemente incumple una obligación de ceder el paso. Si le
pitamos a modo de reproche crearemos una situación de estrés en esa
persona que se verá obligada a liberar de su cuerpo provocando a la
vez más estrés en otras personas. Sin embargo si disculpamos la
acción, quizás esa persona se de cuenta de lo positivo que puede
ser su discurrir vital si acoge en su seno esa actitud ante la vida.
Esa filosofía. Esa ética puede salvar nuestra sociedad y
convertirla en una sociedad mejor.
Por eso me gustaría animar a todos aquellos idealistas
que sigan con su actitud, sin esperar nada a cambio. Que impere en
nuestro discurrir una actitud positiva ante la vida. Y, no me
gustaría terminar sin dar un consejo: si algún día os cruzáis
conmigo por la carretera … no os saltéis el ceda, no ves que tengo
preferencia, ¡payaso!.
Me gustaría dedicar esta opinión a mis compañeros más cercanos de clase (C.C.G., V.G.G., F.C.M. y A.S.C.), que lo han inspirado, junto con mi novia (T.M.C.R.), la cual también es protagonista.
ResponderEliminarSeguid siendo así, pero no me llevéis nunca la contraria.