miércoles, 25 de abril de 2012

Mentirosos


¿Por qué son todos tan mentirosos? Alguno podría decir que las personas no mentimos, que cada uno percibe la realidad de una forma distinta a los demás. Y es verdad. Por eso la mentira es aceptada. Nadie puede probar que tu percepción es de una forma distinta a como tú la expones. De hecho no tiene ninguna relevancia en la mayoría de los casos. Alguien te dice que no puede hacer algo por que no tiene tiempo y no tienes por qué tomar medidas que corrijan esa actuación.

El problema aparece cuando los mentirosos forman parte de la sociedad. Alguien podría decir que esas mentiras o trampas pueden llegar a ser beneficiosas para la sociedad. En su justa medida podrían decirse que actúan al estilo de las vacunas. Eso sí, en su justa medida y cuando no implican otras consecuencias negativas.

Pero hay veces que no se pueden consentir. Cuando influyen en la vida de los demás por ejemplo. Y es que un elemento vital para el desarrollo de la vida en sociedad es la confianza. Si no confiáramos en que los demás van a actuar de la forma convenida no podríamos vivir en sociedad. Nadie podría ni siquiera salir a la calle. Pensar en que los coches no se pararían en un paso de peatones cuando alguno se dispone a cruzar es imposible. Por eso nos dotamos de normas y de formas de hacer que se cumpla lo que rige en dichas normas. Pero alguno podría decir que es inmanente a la libertad humana la capacidad de mentir. Que cualquiera puede asumir el riesgo de mentir si después asume su responsabilidad. Incluso que exigir esa responsabilidad es una obligación del sistema del que la sociedad decida dotarse.
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Sin embargo, y aún asumiendo esos postulados, hay personas que no deben mentir. Poder sí pueden, de hecho lo hacen todo el tiempo, aunque se esmeran muy mucho cada cuatro años. La sociedad, si quiere ser una sociedad sana, no se puede permitir que sus políticos mientan. Sería algo así como que cada vez que pensamos nuestro cerebro nos engañara. Sería una sociedad incapaz de tomar decisiones correctas. Sería una sociedad inmadura. Sería la sociedad actual.

En la medida que esto es así, nuestra sociedad no avanza, se estanca. Y las consecuencias revierten en el conjunto de los ciudadanos (en el caso español en el conjunto de los súbditos). Todos, ricos y pobres, estudiantes, trabajadores o parados, niños, adultos o ancianos. Todos.

Para evitar este cáncer la herramienta que nos ofrece la democracia es la participación. Participar para elegir a nuestros representantes, no elegirlos y exigirles sus responsabilidad.

Y lo que ocurrió ayer fue sencillamente escandaloso. Yo, que soy progresista, me avergüenzo de la izquierda española. El PSOE viene dando, últimamente, un espectáculo sencillamente despreciable. Ningún socialista puede permitir que sus representantes sean unos corruptos y unos mentirosos. En Andalucía ya no hay defensa posible. Se está demostrando que existe la corrupción y que además se puede probar. Todos sabemos que hay chanchullos que no se pueden demostrar. Un marido en la cena con su esposa comenta que un compañero, miembro de una consejería, está elaborando una subvención para empresas que cumplan ciertos requisitos. Al día siguiente la casualidad quiere que la empresa de la esposa ejecute medidas que la lleven a cumplir esos requisitos, poco después pide la subvención y se la concede legalmente.

El colmo se sobrepasa cuando se miente con la cifra de déficit, o se maquilla, para ganar las elecciones. O se miente sobre que se avecine una crisis. Uno de los postulados sagrados del ideal socialista es adquirir poder para expandir el socialismo. Pero difícilmente se podrá expandir el socialismo sobre arenas movedizas. Y, precisamente, mentir para conseguirlo es pretender construir una casa sin cimientos, ni cemento, ni ladrillos...

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Pero hay otros que no se quedan atrás. Nuestros amigos conservadores, hacen gala de su hipocresía a diario. Ayer nos podíamos indignar, otra vez, con su mentira favorita. Pretender basar su cambio de política (en elecciones prometían otras cosas) en la situación que heredan o en el desconocimiento del déficit es algo así como decir que tus deberes se los ha comido un perro. Pero, ¿qué broma es esta? ¿Me va a decir Montoro que después de todas las reuniones mantenidas con sus presidentes regionales no conocía la cifra real de déficit? Puede que los ciudadanos no entendamos mucho de economía, pero, ¿somos tontos?

Hay días que parece que es mejor no salir a la calle, pero tenemos que reponernos, encontrar fuerzas y afrontar nuestra realidad. Para conocerla mejor es fundamental escuchar a los demás y a nosotros mismos. Y sobre todo, ¡no mentirnos! Por que si nos mentimos a nosotros mismos estamos escogiendo un camino tenebroso en el que nosotros no tenemos el control de la situación, y francamente, eso nos acercaría más a los seres unicelulares que a la persona humana.

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