¿Por qué son todos tan mentirosos? Alguno podría
decir que las personas no mentimos, que cada uno percibe la realidad
de una forma distinta a los demás. Y es verdad. Por eso la mentira
es aceptada. Nadie puede probar que tu percepción es de una forma
distinta a como tú la expones. De hecho no tiene ninguna relevancia
en la mayoría de los casos. Alguien te dice que no puede hacer algo
por que no tiene tiempo y no tienes por qué tomar medidas que
corrijan esa actuación.
El problema aparece cuando los mentirosos forman parte
de la sociedad. Alguien podría decir que esas mentiras o trampas
pueden llegar a ser beneficiosas para la sociedad. En su justa medida
podrían decirse que actúan al estilo de las vacunas. Eso sí, en su
justa medida y cuando no implican otras consecuencias negativas.
Pero hay veces que no se pueden consentir. Cuando
influyen en la vida de los demás por ejemplo. Y es que un elemento
vital para el desarrollo de la vida en sociedad es la confianza. Si
no confiáramos en que los demás van a actuar de la forma convenida
no podríamos vivir en sociedad. Nadie podría ni siquiera salir a la
calle. Pensar en que los coches no se pararían en un paso de
peatones cuando alguno se dispone a cruzar es imposible. Por eso nos
dotamos de normas y de formas de hacer que se cumpla lo que rige en
dichas normas. Pero alguno podría decir que es inmanente a la
libertad humana la capacidad de mentir. Que cualquiera puede asumir
el riesgo de mentir si después asume su responsabilidad. Incluso que
exigir esa responsabilidad es una obligación del sistema del que la
sociedad decida dotarse.
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Sin embargo, y aún asumiendo esos postulados, hay
personas que no deben mentir. Poder sí pueden, de hecho lo hacen
todo el tiempo, aunque se esmeran muy mucho cada cuatro años. La
sociedad, si quiere ser una sociedad sana, no se puede permitir que
sus políticos mientan. Sería algo así como que cada vez que
pensamos nuestro cerebro nos engañara. Sería una sociedad incapaz
de tomar decisiones correctas. Sería una sociedad inmadura. Sería
la sociedad actual.
En la medida que esto es así, nuestra sociedad no
avanza, se estanca. Y las consecuencias revierten en el conjunto de
los ciudadanos (en el caso español en el conjunto de los súbditos).
Todos, ricos y pobres, estudiantes, trabajadores o parados, niños,
adultos o ancianos. Todos.
Para evitar este cáncer la herramienta que nos ofrece
la democracia es la participación. Participar para elegir a nuestros
representantes, no elegirlos y exigirles sus responsabilidad.
Y lo que ocurrió ayer fue sencillamente escandaloso.
Yo, que soy progresista, me avergüenzo de la izquierda española. El
PSOE viene dando, últimamente, un espectáculo sencillamente
despreciable. Ningún socialista puede permitir que sus
representantes sean unos corruptos y unos mentirosos. En Andalucía
ya no hay defensa posible. Se está demostrando que existe la
corrupción y que además se puede probar. Todos sabemos que hay
chanchullos que no se pueden demostrar. Un marido en la cena con su
esposa comenta que un compañero, miembro de una consejería, está
elaborando una subvención para empresas que cumplan ciertos
requisitos. Al día siguiente la casualidad quiere que la empresa de
la esposa ejecute medidas que la lleven a cumplir esos requisitos,
poco después pide la subvención y se la concede legalmente.
El colmo se sobrepasa cuando se miente con la cifra de
déficit, o se maquilla, para ganar las elecciones. O se miente sobre
que se avecine una crisis. Uno de los postulados sagrados del ideal
socialista es adquirir poder para expandir el socialismo. Pero
difícilmente se podrá expandir el socialismo sobre arenas
movedizas. Y, precisamente, mentir para conseguirlo es pretender
construir una casa sin cimientos, ni cemento, ni ladrillos...
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Pero hay otros que no se quedan atrás. Nuestros amigos
conservadores, hacen gala de su hipocresía a diario. Ayer nos
podíamos indignar, otra vez, con su mentira favorita. Pretender
basar su cambio de política (en elecciones prometían otras cosas)
en la situación que heredan o en el desconocimiento del déficit es
algo así como decir que tus deberes se los ha comido un perro. Pero,
¿qué broma es esta? ¿Me va a decir Montoro que después de todas
las reuniones mantenidas con sus presidentes regionales no conocía
la cifra real de déficit? Puede que los ciudadanos no entendamos
mucho de economía, pero, ¿somos tontos?
Hay días que parece que es mejor no salir a la calle,
pero tenemos que reponernos, encontrar fuerzas y afrontar nuestra
realidad. Para conocerla mejor es fundamental escuchar a los demás y
a nosotros mismos. Y sobre todo, ¡no mentirnos! Por que si nos
mentimos a nosotros mismos estamos escogiendo un camino tenebroso en
el que nosotros no tenemos el control de la situación, y
francamente, eso nos acercaría más a los seres unicelulares que a
la persona humana.
Mentirosos todos tenemos cerca, y los politicos mas.
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