Si la corrupción fuese una enfermedad la podríamos
asimilar al cáncer, con todos los respetos. Pero sin duda su
funcionamiento a grosso modo es similar. Una célula puede corromper
todo un órgano y llegar a dañar fatalmente al organismo entero. Eso
mismo se puede aplicar a un partido político. Pongamos de ejemplo a
un partido como el PSOE.
En él se están dando casos que sin duda suponen
corrupción, no solo del servicio público sino de los propios
valores de un partido como el socialista. Con una base obrera y
siendo de marcado carácter socialista un representante de dicho
partido ha de estar mucho más allá, pero mucho, de sus intereses
personales. Si además transformamos su carácter de organización
para que el pueblo pueda acceder al poder a una organización
netamente personalista, las consecuencias pueden ser fatales.
Y eso es lo que está pasando ahora. Se están alzando
en este partido, desde hace demasiado tiempo, voces que representan
al pueblo solo supuestamente. Esto no quiere decir que todos los
representantes del partido sean corruptos, pero sin duda hace tiempo
que está llegando al poder una clase de políticos que podríamos
llamar “profesionales”, en el mal sentido de la palabra. El mal
sentido por que no es que estén bien preparados (cosa que tampoco se
fomenta) sino que hacen de su paso por el partido una carrera
profesional. Su labor se reduce a salir en las fotos para llegar a
ser representantes y a partir de entonces vivir del cuento.
Esta nueva clase no sabe tan siquiera lo que es la
“vocación de servicio público”. Sólo se dedican a gestionar
dinero y acumular poder a la vez que se garantizan una pensión
vitalicia de alguna manera. Por eso llegan a corromperse, con el
inevitable contagio que eso supone para otros gestores, incluso no
políticos.
Si a esto le unimos que el partido vira hacia el
personalismo, nos sale un resultado muy peligroso que solo tiene una
solución: extirpar. Las pruebas de ese viraje son hoy más que
evidentes. Entre ellas encontramos desde la no suspensión de
militantes imputados en tanto no se declare su inocencia hasta los
nuevos carteles de las autonómicas andaluzas. En ellos no se sabe si
es mejor pensar esto o que no quieren vincularse mucho con la marca
PSOE.
Lo que es evidente es que en un partido como éste
debería primar el grupo y la organización sobre las personas que lo
representan. El grupo, el partido, debería controlar a esos gestores
de la misma forma en que nuestro cuerpo controla las manos o los
pies.
Si se llegara a cumplir esta premisa, acabar con la
corrupción sería tan sencillo con proveerse de normas internas que
castigasen esos comportamiento ipso facto y extirpar a los gestores
que se pueden calificar de corruptos.
Pedro Martínez; comunidadelsecreto.com |
El problema es que se piensa que eso dañaría nuestra
imagen, cuando, en realidad, sucedería todo lo contrario. En la sociedad actual,
con los medios de comunicación existentes y todo lo avanzado en
materia social, sería un punto a favor acabar con esos energúmenos.
De hecho, este será uno de los siguientes pasos que el PSOE habrá
de caminar si quiere volver a ser un partido del pueblo y para el
pueblo, en el que el pueblo se pueda ver identificado y en el que el
pueblo pueda confiar.
Hasta entonces solo nos queda luchar hasta el último
aliento por avanzar en democracia. Por que sí, eliminar la
corrupción, aumentar la democracia interna y tener unos medios de
comunicación éticos, son pilares fundamentales para que nuestra
democracia avance hacia un futuro mejor.
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